Viaje a la estación de esquí de La Molina


¡Buenas lectores! Aunque de este viaje hace ya un año, tenía pensado escribir una publicación, así que allá va. Mejor tarde que nunca… 😉

Hace unos años tuve la oportunidad de probar el esquí, aunque tan solo unas horas, ya que habíamos planeado esquiar sábado durante todo el día y domingo, y por problemas meteorológicos, únicamente pudimos esquiar domingo. Y he de decir que me quedé con ganas de más.

Para el pasado 10 de enero de 2017, aprovechando las vacaciones, organizamos una escapada a la nieve. Para mí era la primera vez que viajaba sin un acompañante vidente, lo cual le daba más emoción al asunto. Dos ciegos y un perro guía, ¡ole! Buscamos una estación en la que se ofreciera esquí accesible para todo tipo de discapacidades, reservamos hotel y planeamos la forma de llegar hasta allí.

Nos decidimos por la estación de La Molina, en el Pirineo catalán, situada cerca del municipio de Alp (comarca de la Baja Cerdaña), la cual reunía todos los requisitos y además, habíamos escuchado buenas opiniones en cuanto al esquí accesible. Gracias a la página web de la estación de esquí de La Molina, comenzamos a investigar los posibles hoteles donde alojarnos, la ubicación del Centro de Deporte Adaptado y los restaurantes cercanos donde parar a reponer fuerzas.

Desde laescuela de esquí adaptado también nos ofrecieron mucha información. Nos aseguramos de los precios por monitor y persona y concretamos las clases.

A pesar de tenerlo todo bien organizado y claro, como en cualquier viaje, pueden surgir imprevistos. He de decir que al bajar del tren que nos llevó de l’Hospitalet de Llobregat a La Molina, nos fue difícil encontrar el camino al autobús que nos llevaría a la estación de esquí. Se trata de un andén bastante solitario, sin una taquilla de información donde poder preguntar. Por suerte bajaron del tren varias familias que también iban a nuestro mismo hotel y nos fueron indicando el camino hasta el autobús y del autobús hasta el mismo hotel. Realmente el camino no tiene ninguna dificultad, y una vez lo conoces, localizar las escaleras metálicas que descienden del andén al aparcamiento del autobús es sencillo, y al apearse del autobús una vez ya en el parking de la estación, localizar el hotel, preguntando a cualquier persona, es todavía más sencillo.

El hotel donde nos alojamos fue el HG La Molina del cual únicamente puedo hacer una valoración muy positiva: buena estancia, buenos servicios y personal muy amable y servicial.

Allí esperamos a que la recepcionista atendiera a las familias que nos habían ayudado. En esos minutos temí que tuviéramos problemas para poder alojarnos en el hotel, pues se nos acercó un chico para comentarnos que el perro no podía acceder. A pesar de que le explicamos que era guía siguió sin cambiar de opinión, así que le preguntamos si era el responsable. Nos comentó que no, y entonces dejó de insistirnos. Llegó nuestro turno para el check in y he de decir que nadie más nos puso problemas. Nos dieron información del menú y horario del restaurante y la cafetería, nos hablaron del precio del spa y su ubicación (y que no tenían ningún problema en echarnos una mano allí) y nos indicaron dónde estaba nuestra habitación. ¡Todo perfecto!

Como eran más de las de las 14:30 decidimos comer algo en un bar de bocadillos y hamburguesas que nos recomendó, por su cercanía, la recepcionista del hotel. En general, el trato que habíamos recibido hasta el momento del personal del hotel, de los camareros del bar e incluso de la gente que había por la estación, estaba siendo muy buena.

Por la tarde decidimos aprovechar, ya que no tendríamos las clases hasta el día siguiente, y bajamos al spa, a partir de las 19:00 que es la hora que nos habían recomendado porque era cuando menos gente había y más tranquilo se estaba. La verdad es que, María, la chica encargada, no tuvo problema en acompañarnos a cada tiempo a una parte diferente del circuito y estar pendiente a cada rato para ir cambiando.

Esa noche, además, probamos el menú especial que ofrecía el restaurante. Era algo así como un entrante de chips de plátano que estaban riquísimas, una ensalada en un cuenco hecho de una lámina crujiente de queso de cabra y con una base más gruesa de queso de cabra también, y pescado con verduras y salsa.

Un momento muy bonito del viaje fue cuando bajamos por la noche antes de acostarnos a la calle para que Mike correteara un poco por el aparcamiento y la plaza que se extendía frente al hotel, pues estaba el suelo completamente nevado y seguía nevando. ¡Hasta a Mike le gustó poder rebozarse en la nieve y comérsela! Todavía recuerdo sentir el contraste del calor en el cuerpo gracias a la ropa de abrigo y la frialdad de los copos al caer sobre la cara y las manos desenguantadas mientras caminábamos en la oscuridad de la noche, iluminada tan solo por los focos de luces de los edificios del hotel y restaurantes de alrededor y acompañados de un silencio casi completo, roto sólo por el sonido de nuestros movimientos, los juegos de Mike y el murmullo de voces lejanas.

El miércoles bajamos ya listos con la ropa de esquí a la puerta del hotel, donde habíamos quedado sobre las 9:00 con Marc, un monitor de la escuela de esquí accesible, después de tomar un desayuno de buffet libre en el que los camareros no paraban de ofrecerse a traernos lo que quisiéramos. Marc nos indicó que subiéramos a la furgoneta. Nos esperaba un paseo de unos 15 minutos hasta la escuela, aunque antes paramos a recoger el material de alquiler.

Una vez en el Centro de Deporte Adaptado, echas las correspondientes presentaciones, material listo y perro guía felizmente instalado, nos dirigimos hacia la pista de Debutantes (nuestro nivel de esquí, por el momento, es más bien nulo) cada uno de nosotros con un monitor: Marc y Eric y David y yo.

La clase comenzó como comenzaría para cualquier principiante, solo que nos permitieron tocar bien los esquís para reconocer su forma. Por lo demás… aprender a ponérselos y quitárselos, a deslizar y a frenar en cuña, y al cabo de un tiempo, a girar.

Dividimos la clase en dos partes con una duración de dos horas cada parte y un descanso de una hora entre medias: de 10:00 a 12:00 y de 13:00 a 15:00. Tuvimos suerte porque en la segunda parte pudimos disfrutar de una pista bastante despejada ya que la gente estaba comiendo. Al final de las cuatro horas estábamos ya cansados, ¡pero lo pasamos genial!

Tras despedirnos de los monitores y del personal del CDA, Marc nos acompañó de vuelta al hotel. Comida en otra cafetería cercana y a descansar hasta la hora de cenar, que bajamos a la cafetería del mismo hotel. Terminamos el día con un calentito Cola Cao que ayudara a combatir el frío y el cansancio.

El jueves terminaba nuestra breve escapada, así que la dedicamos a recoger las cosas, a desayunar nuevamente en el buffet a tope y a volver a Barcelona. Desde el CDA se ofrecieron a acercarnos al andén solitario por donde pasaría nuestro tren, así que nos facilitaron el tener que buscar el autobús de vuelta allí en la estación, y el tener que llegar hasta el andén una vez fuera del autobús.

Aspectos Positivos:

  1. Pudimos disfrutar del esquí y la nieve gracias a los monitores guía y a la ayuda que nos ofrecieron en todo momento.
  2. Personal muy amable en el hotel dispuesto a ayudarnos en cualquier momento, guiarnos por el spa y servirnos cuanto quisiéramos y más en el desayuno.

Aspectos Negativos:

  1. Cuando desciendes del tren adviertes de que el andén está completamente vacío y no hay una taquilla de información donde pedir ayuda en caso de no haber nadie. La sensación de soledad, si no hay nadie en el andén que haya descendido junto contigo, puede llegar a ser un poco agobiante. Quizá lo mejor sea contratar un taxi que espere la llegada del tren para ir directamente al hotel.
  2. Creíamos que el CDA estaba cerca del hotel, o eso nos había parecido al leer la información ofrecida en la página web. Pero la sorpresa nos la llevamos cuando Marc nos pidió que subiéramos a la furgoneta con la que recorrimos un trayecto de unos 15 minutos. Es muy difícil llegar hasta la caseta del CDA de forma autónoma y sin tener que solicitar un taxi o depender de alguien que conduzca.
  3. Las clases con monitores especializados en esquí adaptado a cualquier discapacidad requieren de una atención concreta e individualizada y de una cualificación superior a la habitual, lo cual se traduce en un coste económico mayor que para alguien que no requiere de un monitor guía. Por ejemplo, esquiar 4 horas en la estación de La Molina se traduce en unos 190 euros por persona, que junto con el resto de gastos, se convierten en una escapada de tres días de un coste algo mayor. Si no recuerdo mal, tienen una oferta de 10 horas por unos 300 y pico euros, lo cual supone una ventaja si vas a dedicar más horas de esquí.

A pesar de los aspectos anteriormente mencionados, creo que lo pasamos muy bien. Sin duda, volvería a repetir.

Casualmente el mismo día que nosotros llegamos a La Molina, Nuria, creadora del blog Six Sense Travel (@6STravel en twitter), y su marido Juanjo disfrutaron de la posibilidad de esquiar en la misma estación y con los mismos monitores que al día siguiente nos ayudarían a Eric y a mí. A continuación adjunto el enlace directo a la publicación en su blog, en la que además, podrás ver un vídeo de su experiencia en la nieve. Esquí adaptado en La Molina en el blog de Six Sense Travel ¡Hasta la próxima!


Una respuesta a “Viaje a la estación de esquí de La Molina”

  1. ¡Enhorabuena por el blog y el post! muy interesante con todo lo que una persona ciega puede necesitar saber a la hora de consultar info para hacer su escapada a la nieve.
    no nos cruzamos de milagro! Hay que hacer una escapada los 5 con los perrillos por ahí y contar su accesibilidad en los blogs, para visibilizar de la necesidad de un turismo inclusivo para tod@s.
    petons y a seguir así!

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